En los últimos años el litio se ha convertido en uno de los metales más preciados por la industria tecnológica mundial debido a su alta capacidad como conductor no solo de energía, sino de calor, lo cual es un plus para la elaboración de baterías recargables de alta capacidad en pequeños dispositivos como celulares, computadoras, cámaras fotográficas; en la fabricación automotriz y aeronáutica; en aleación con otros metales para chalecos antibalas; incluso en la farmacéutica para el tratamiento de enfermedades mentales como la bipolaridad, depresión, entre otras potencialidades. Por su versatilidad, permite ser usado en variadas industrias, razón por la que es denominado el “oro blanco”.
Bolivia cuenta con uno de los yacimientos de litio probados más grandes del planeta. Unas 21 millones de toneladas, por encima de Argentina que posee 19 millones y Chile con nueve millones (que junto con Australia son los mayores explotadores y productores), seguido por México, los Estados Unidos, Australia y China, todos quienes ocupan los primeros lugares del ranking del preciado metal.
En al caso boliviano estos recursos se encuentran en el departamento de Potosí, específicamente en el Salar de Uyuni, que no solo es el salar más grande del mundo, sino también constituye la mayor reserva del litio del globo.
Se habla del litio como la necesaria transformación hacia el uso de la energía limpia, que tenga menos impacto ambiental y sea renovable, en concordancia con los planes de la “Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible” propuesta por la Organización de Naciones Unidas (ONU), que es un punto emergente en el enfoque de la lucha para contener el cambio climático. Entendiendo, por supuesto, lo que significa la industrialización y la explotación del litio en yacimientos geotérmicos, que son una fuente alternativa para paliar la crisis energética y migrar hacia otras fuentes más amigables y de carácter renovable.
En Bolivia la explotación del litio diversificará aún más la economía, con la posibilidad no solo de mantener el país en la lista de los Estados con mayores ingresos y estabilidad para la inversión extranjera, sino además coadyuvar en salir de la pobreza, pagar deudas y eliminar o delimitar la dependencia. Avanzar hacia el uso de energías limpias es uno de los pilares de cualquier nación que defienda los derechos de protección de la Madre Tierra o Pachamama, desde la génesis del concepto de revolución cultural, a la par de la incursión en las metas de la agenda global desde este ámbito.
Avances de la industrialización del litio en Bolivia
Bolivia creó el marco legal propicio para resguardar a la empresa estatal, los intereses de la nación y de los socios en caso de conflictos. La industria del litio es un proyecto que se trabaja desde hace muchos años y cuenta con asesoría nacional e internacional de expertos en la materia, extendida a lo social y lo ambiental.
En 2017 se creó, por Decreto Supremo, la empresa pública nacional Yacimientos Litios Bolivianos (YLB), dedicada a la producción y comercialización de derivados de litio: cloruro, sulfato, hidróxido, carbonato, nitrato y otros.
En 2018 se otorgó a YLB un carácter corporativo. Ese mismo año se creó la empresa mixta YBL-Acisa (Aci Systems Alemania), en el marco de la tercera fase de industrialización.
En el primer semestre de 2022 los ingresos percibidos por la producción de carbonato y cloruro de litio ascendieron a 130 millones de dólares.
Para 2023 se proyecta iniciar la producción de carbonato de litio con unas 15 mil toneladas métricas por año, en la planta de Llipi-Uyuni.
Con un adecuado manejo del mineral estratégico por parte del Estado, como se ha hecho hasta ahora, el futuro económico boliviano se augura prodigioso, como pudo haber sido con la plata y el estaño, minerales que fueron administrados por extranjeros y privados y muy poco redituaron en términos económicos al país.
Mediante la Ley de la Empresa Pública Nacional Estratégica de YLB se declaró “al Litio y al Potasio como elementos estratégicos”, por lo que todo el desarrollo de la cadena productiva está en manos estatales.